Estrenos de películas. "Madres jóvenes": la película matrix de Luc y Jean-Pierre Dardenne

Todo empieza allí. Seres frágiles que no saben nada del mundo, pero que ya llevan consigo su violencia y su ternura, toda su carga invisible. Son bebés, sí. Pero tal vez –y ésta es la conmovedora intuición de la película– sean ya los pequeños personajes que vemos en otras películas de los hermanos Dardenne. Ya Igor, ya Rosetta, ya Lorna o Cyril. Antes del abandono. Antes de la fuga. Antes del exilio. Antes del colapso.
Las madres jóvenes son como un génesis. De pronto comprendemos, con un extraño escalofrío, que estos bebés son quizá los mismos que hemos conocido hasta ahora en sus películas, vagando por los páramos de Seraing, corriendo entre las ruinas sociales, con los puños apretados y el corazón destrozado. Porque todos los personajes de los Dardenne parecen venir de ahí: de un amor vacilante, de un gesto frágil, de un origen herido pero vivo. De una maternidad precaria.
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Esta película sería un poco como un regreso al punto de partida de las historias que han filmado hasta ahora. La canción de apertura de toda su obra. Ya no volveremos a ver a Rosett , que reveló a Émilie Dequenne, como antes después de ver Madres jóvenes . Nos imaginamos el bebé que era, su cuerpo que aprendíamos a sostener, su cabeza que debíamos sostener, los brazos que un día la mecieron... o no.
Es como si los hermanos Dardenne nos invitaran a mirar atrás, a lo que hubo antes, en una película que es la matriz de su cine, que siempre ha contado la historia de una infancia y una adolescencia frágiles y heridas, y el determinismo social que la acompaña. La predisposición al primer grito de vida. Y este frente tiene la cara dormida de un bebé acurrucado contra una madre joven todavía insegura de sí misma. Son cinco en la película, adolescentes o jóvenes que se han convertido en madres sin estar del todo preparadas y que vemos aprendiendo no a jugar a la maternidad, sino a domarla y vivirla. Convertirse en madre.
Los bebés, maestros de la narraciónLa puesta en escena abraza su torpeza como si fuera gracia. Nada es fijo, todo está en movimiento. Cada escena parece un milagro arrebatado a lo inesperado. Porque aquí la realidad es compañera exigente del cine: un bebé llora y la historia se tambalea. Tenemos que esperar. Adaptar. Renacido con él. Madres jóvenes filma la vida, no como una línea recta, sino como una respiración entrecortada. Un hipo de emoción.
Los bebés, filmados sin artificios, se convierten en los maestros de la narración. Con sus gestos no escritos por el guión, con sus lágrimas improvisadas, con sus sonrisas esbozadas. Cada escena, cada plano parece suspendido en su incertidumbre natural. Y en esta inestabilidad, en esta verdad orgánica, los Dardenne encuentran el pulso exacto de lo que significa convertirse en madre: una preocupación incesante, un amor torpe, un instinto que emerge sin instrucciones.
Luc y Jean-Pierre Dardenne abandonan aquí su control legendario y preciso para dejarse llevar. Menos tomas, más espera. Menos control, más aceptación. El caos del nacimiento es acogido con dulzura, la ficción se vuelve permeable a lo vivo. El cine, finalmente, da paso a la vida.
Y quizás éste sea el milagro de Madres Jóvenes : hacer del niño no un sujeto filmado, sino un actor en el mundo. Un ser cinematográfico y el comienzo de la humanidad. Cada grito se convierte en una réplica. Cada mirada, una revelación. Y cada silencio, un manifiesto. Los Dardenne se atrevieron a volver a los orígenes. Y en ese origen está la piel cálida de un bebé. Está la ansiedad de un brazo joven. Existe la vertiginosa idea de que tal vez, todo lo que llegamos a ser, lo hemos sido desde los primeros segundos. Nuestro destino.
Madres jóvenes de Luc y Jean-Pierre Dardenne, en cines este viernes 23 de mayo. Duración: 1 hora 45 minutos.
Le Progres